lunes, 30 de diciembre de 2013

Se nos atraganta la evolución. Las masas contonean el trasero al ritmo de la desidia y susurran, hablan por lo bajinis, sin atreverse a comprender; "no se puede hacer nada", dicen. Y bajan las orejas.
Nos desintegramos, nos disolvemos, nos perdemos entre el atraso mental, espiritual, emocional.  Somos los mismos, estamos hechos de la misma materia que los que mataban a las brujas en hogueras y se reían mientras el fuego les carcomía la sabiduría, la luz, los pasos hacia adelante.

Matamos lo que nos haría volar. La ignorancia siempre se ha mantenido en un punto constante, inmóvil. Es una línea recta que nos atrapa y condena al fracaso más absoluto.

Deberíamos asesinar al ego y la indiferencia no se atreve, tendríamos que matar también a ésta. Sí. Deberíamos abrir los ojos, darnos cuenta de que el sofá donde nos descansa el culo, no es nuestro hogar, ni nuestro sitio. Que no hay banderas ni billetes que nos representen. Nos representa aquel africano con retraso mental al que han atado con grilletes a un árbol durante años. Ese grillete es el que nos encadena a todos a la decadencia, a esa maldita línea recta de la degradación humana. Del odio. De lo único que hemos mantenido desde que existimos.  No me digas que hemos avanzado. No te engañes.

Nunca,  jamás, hemos estado yendo hacia adelante. Siempre ha habido sabios condenados por la ignorancia de los demás y nadie capaz de condenar lo que hace que nos pudramos como raza, como género, como seres vivos.
No. Hasta que no acojamos al mundo y a sus habitantes como nuestro hogar, estaremos donde empezamos. O más atrás. Mucho más.

martes, 24 de diciembre de 2013

Te felicito las fiestas, por aceptar ese patrón que desconoces y que guía todas tus acciones. No rezas y el rezo aparece en todas tus movidas sociales. ¿Qué coño celebras, pazguato ignorante? ¿Qué dices? ¿Que las hostias no entraban en tu vida? Pues aquí estás abriendo la boca y santiguándote la frente, como un buen Cristiano. No entiendes nada, pero los bolsillos vacíos y los billetes en mano, para adorar a ese Dios impuesto que todos niegan y todos adoran. Hipócritas. Borregos ineptos que cada año ríen y cantan unas cuantas veces, dicen ser buenas personas y reordenan su casa con colores. Llenad la azotea, que bastante triste y abandonada está.

Feliz Navidad, dicen ellos, sonriéndote como no habían hecho nunca antes, porque hay que regalar sonrisas. Regalar. Regálate un buen pensamiento, por una puta vez en tu vida. Interésate por lo que haces, aunque sea pedirle demasiado a la ironía.

Sale luego el misticismo puro y sagrado de la boca de otros tantos, que dicen que el portal de luz se abre en estas fechas, que la esperanza inunda nuestros corazones. Como si la luz y la esperanza estuvieran regidas por un día o dos, por un ritual, una comida copiosa y un juego de azar.

Rompamos cadenas. Vamos a respetarnos un poco, a regalarnos un poco de amor propio y a celebrar todos los días que estamos intentando ser libres.

viernes, 13 de diciembre de 2013

No mientas. No te hundas en la miseria de creer que después de ahora hay algo. Me pides mucho. No puedo hacerlo.
Deja de dar vueltas y abre los malditos ojos. Está aquí delante. Justo a un palmo de tus narices. No me preguntes más. Actúa ahora.
Ansia que te carcome por dentro, quieres oír lo que esperas y así no va. Esto no funciona. Tu camino son tus pies y su manera de andar. No tropiezas porque haya piedras, sino porque no sabes caminar.
Asumir culpas es duro. Y tus sesos. Duros como el mármol, indispuestos para hacer su tarea con éxito. Deja de controlar. Empieza a vivir.

Hazme caso, sé de lo que hablo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Lo tuyo es extirpar sentimientos. Expulsarlos de forma violenta independientemente de cómo afecte a los demás. Y los demás se aterrorizan, se esconden entre su frialdad y se ponen tres rocas de grandioso tamaño encima, para que su existencia y tus acalorados sentimientos, no puedan tocarles.
Sí. Su existencia, he dicho bien. Ellos preferirían mil millones de veces no existir. De hecho, y aunque lo ignoren, no existen. Está comprobado, la ciencia me la trae al pairo, pero está comprobado. No piensan, no sienten, no escuchan, no oyen, no huelen, no ven, no saborean y lo peor de todo; tampoco intuyen. O sea, no existen. Todo en esta vida se saca uniendo cabos. No. Hay cosas que no se pueden unir nunca, que han nacido solas, libres. Y ésas sí saben quiénes son.

El frío suele mirarte mal, porque sabe mucho de calculadoras y tú no tienes ni idea. Actúas, hablas, expresas y el frío se calla, piensa, analiza, observa. Todo para él, todo hacia dentro. A veces me siento comprometida con lo gélido. Me siento más cómoda, aunque los huesos se me congelen y me paralicen. La coraza que construí, vaya usted a saber cuándo y cómo, se siente más fuerte cuando mantengo lejos toda manifestación de amor. Y me lo tiene bien dicho: no abras el pecho, que luego entran moscas y éstas no saben salir por donde han entrado. Se quedan ahí, merodeando, mareando y desconcentrando. No merece la pena correr riesgos. Hay que quedarse quieta. Así. Escondida.

Pero  no soy exactamente como los demás, ya lo sabes.  Las mentiras se van cayendo, tienen fecha de caducidad y ya va llegando la hora del funeral. No habrá llantos, ni tristezas. Intuyo, y también siento, que todo este lío de trastos, se irá colocando donde le pertenece.

Y a pasos de gigante, sin a penas poder coger aire, me doy cuenta de que existo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La inmensidad te rodea y la soledad te envuelve en un halo oscuro de frialdad. No puedes ver nada de lo que eras. El piano cubierto de telarañas en un rincón y tu voz, rota, que no se comprende cuando grita en silencio, que estás cansado de estar solo.
En algún momento, creíste en la felicidad. Las personas de tu alrededor parecían existir y tu cabeza niega sospechosamente, al ritmo de tu razón, que se te negó no hace tanto.

Miedo. Tienes miedo. ¿Qué será lo próximo? ¿Y con quién vendrá? No te fías de nadie, demasiados daños. Demasiadas mentiras. Las cosas rotas no se reparan, se juntan con la esperanza de volver a ser como antes, pero la esperanza nunca es como la esperamos. Y lo sabes. Ahora lo sabes.

Entredientes te contradices, y crees que existe la bondad, la buena intención. Pero ya no escuchas demasiado, por si te convencen. Pierdes el sentido de la felicidad y ya no la encuentras. ¿Quién quiere encontrarte a ti? Callas. No lo dices muy alto, por si te oyes.
Y los susurros de la culpabilidad te roban el sueño, podrías haberlo hecho mejor. Podrías haberlo hecho, simplemente. Tú también desapareciste, a salpicones de odio, de rencor. Y ahora... ¿ahora qué más da?

El sonido de tu respiración en medio del polvo y el repicar de la lluvia sobre el tejado. Sobre tu tejado. Morirás entre humedades, porque nadie es capaz de terminar con tus goteras.

¿Y tú?