jueves, 21 de agosto de 2014

No hay nada ausente. La mirada ojiplática girando al son de la música del ambiente, silenciosa y ensordecedora a la vez, saltando de la cadencia a la decadencia, como los días cotidianos. Siempre un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro. Y de repente, ¡pum!, te pierdes. No sabes dónde te habías quedado, pero debes continuar. Todo el tiempo, desde el principio hasta el final, aunque te pierdas muchas veces y tengas que volver a empezar. Hasta que el principio sea inaccesible. Hasta que no haya vuelta atrás.
Los ojos nunca se cierran mientras la sangre hierve, que no se enfríe, que no se nos confunda. Con cuidado, parpadeos ligeros, para no perdernos nada. Un, dos, tres, cuatro.
Y el barullo de la música sigue sonando, y a veces, no sabes si se trata de un sonido de fondo o de lo que va a salvarte la vida. Así que escuchas. Escuchas. Un, dos, tres, cuatro.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Quizá lo supe yo antes que tú. Por tus palabras, tan sumamente masticadas que se pierden en un océano de mentiras, todas iguales, con el mismo fin aséptico de ser aceptadas, como tú, como la farsa de tu seguridad, muerta en algún rincón de una dignidad que tose sin parar por culpa de la frialdad de tu orgullo.
Te odias mientras esperas impaciente a que te acojamos todos con los brazos abiertos. Todos somos nadie, ni siquiera tenemos la decencia de hablarte en serio. Somos el reflejo de lo que tú eres, el esputo que expulsas hacia tu reflejo. El asco hacia tus entrañas y la indiferencia hacia tus neuronas.

¿Qué esperabas? No me has mostrado otra opción.

viernes, 1 de agosto de 2014

Los "abre fácil" nunca son fáciles, los cortes de digestión nunca suceden, los "para siempre" nunca existen y los "nunca" siempre son mentira. La realidad se descubre abriendo los ojos, porque la vida no es complicada, es nuestra mirada, que da vueltas de campana.