sábado, 7 de mayo de 2016

Ruido que perturba a los más sordos, que vibra en las entrañas y desequilibra lo que nunca ha estado equilibrado. Yo sólo puedo soñar. Volar sin moverme del sitio. Echo de menos la sensación del despegue, dejar de sentir los pies en el suelo y no temer al aterrizaje forzoso de los sentimientos, que empiezan a pudrirse una vez que han nacido. Todo se descompone en mil pedazos. Nunca he entendido por qué siempre son mil, yo creía que los sentimientos eran más grandes.
Mientras tanto, el ruido. El terremoto del sonido que no es sonido, como la paz desquebrajándose en otra vez esos mil que se quedan cortos. La tormenta está llegando al vuelo terrestre de mi embelesamiento y el aterrizaje será el más forzoso de la historia. Ya me pitan los oídos.