martes, 20 de marzo de 2018

En esta ciudad convexa, llueve aburrimiento y señores/as enfrascad@s en colores poco dados a avanzar. Los balcones se visten de aguas estancadas y de olores putrefactos. Nadie sale del charco, se quedan en medio del punto más profundo y esperan a que suba el nivel. Sienten las gotas en sus cabezas, cada vez con mayor presión. Son las víctimas de las torturas bélicas que han elegido. La dignidad resopla, cansada, mientras los espera en algún soportal. Es la dignidad de la que nadie habla, por miedo a que les escuche. Es la del eterno viajero, como el de la canción, que sabe dónde ir a recoger lo que le pertenece y nadie puede quitarle. 

lunes, 19 de marzo de 2018

La normalidad se escabulle, se escurre entre excusas existenciales, exageradas y exasperadas. Y a mí me importa un nabo todo lo que se supone que cumple las reglas, lo que debería de entender o lo que tú crees que debería de hacer.
No tenemos el mismo patrón, hemos salido de sitios distintos. Mis principios siempre saludan antes que yo, porque me he preocupado de darles cierta educación. No entiendo las exigencias vacías, el hecho de creer que por tener derecho a pedir, haya que asentir. No nos confundamos las libertades, aquí cada uno es dueño de las suyas. Todo lo demás va a parte.



domingo, 18 de marzo de 2018

La cordura toca al timbre de mi idealismo, que danza entre sueños y fantasías muy poco dadas al cemento. La insistencia del pitido constante le molesta, pero se sacude.
Lloran mis ideales, chocándose contra esquinas que no son suyas. Echo de menos la ligereza, la capacidad para hacer de mi utopía, mi carretera. La cordura llega de repente, para llenarme los bolsillos de verdades cuando se me dibuja la sonrisa de la loba solitaria que creyó encontrar su lugar en la luna y pudo por fin dejar de aullar.
No para de sonar un timbre dentro de mi cabeza y mi pecho sólo me manda a bailar.