domingo, 12 de abril de 2015

Las nubes corren más deprisa por aquí, no sé si es mi impresión o de mi inconsciente, que gobierna lo ingobernable.

Y pienso que es mejor subir el volumen y no mirar al cielo, que está a punto de llorar, de gritar por la desesperanza. Por la incomprensión de la vida que se cree imperante en el mundo, pero que se queda en un suspiro efímero de inconsciencia. De inmadurez egocéntrica que no tiene ningún sentido. Miraos los unos a los otros: no imperamos una mierda. Rellenamos huecos que nunca han sido nuestros y les hemos endiñado etiquetas de desprecio, de dolor y sufrimiento.

El falso control se siente orgulloso de nosotros mientras que las nubes se van tornando negras. Muy deprisa, muy deprisa. Y se mean encima de nosotros, con incontinencia programada.

El ímpetu de venganza es más mía que del cielo, ya sabéis cómo funciona este desmadre. Esto debería cagarse en nosotros. Y que fuera literal, con justicia y sin poética.