domingo, 24 de noviembre de 2013

amor concerniente

No sé nada del amor, pero el amor sabe muchas cosas sobre mí y dice que es lo mejor.
No todo es lo que dicen, ni lo que dicen es siempre lo mejor. No sé qué es ser una esclava, y con eso lo digo todo.
Personas que eligen el dorado de sus cadenas con orgullo y se las enroscan en los tobillos, para no huir de lo que está escrito.
La ignorancia es sorda, sigue su camino sin escuchar su propio destino. Ha de morir, y en cambio, la decadencia la conserva en formol.
No entiendo nada. Y el amor que me dices, poca falta me hace. Tengo el propio, el único que comprende el sentido de la eternidad.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Deja que te cuente.
No soy especial. Se tergiversa la individualidad. No soy como tú.
No pasa nada extraño.
El punto separa trozos de una misma realidad.
No pensamos en las mismas cosas. Cosas con diversas profundidades. Tú allí y yo más allá. Nada raro. Nada fuera de lo común. Lo veo todos los días.
Faltan comas y sobran puntos. Pero me encojo de hombros. Me da lo mismo. Necesito ser tajante. Ir con el pecho abierto está mal visto por los sentimientos. Y quiero quedar bien. Lo quiero hacer bien.
No dejo la katana a un lado. Nunca se sabe. O se sabe siempre y por eso...
Verás.
No te deslumbres. Acostúmbrate a la luz y aprende a abrir los ojos.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Me prometí que no escribiría sobre ti. No hay nada que contar, nada que decir. Y un huracán de hechos pasados y no pasados lo echa todo a perder. En mi cabeza,  todo está patas arriba, incluso lo que creía pulcramente ordenado.
El orden no existe, y menos cuando se trata de ti.
No eres nadie, no soy nadie, no somos nadie.
El mundo no nos tuvo en cuenta y las estrellas emiten la misma luz. Nada ha cambiado. Y en cambio, nada está en el mismo lugar.
¿Qué puedo decir de ti que no diga algo de mí? No sé qué responder, ni qué pregunta formular, porque la formulada no tiene sentido.
Siempre suena la misma canción y cambiar de emisora se me hace demasiado duro. Escasa variedad de elementos, dentro de una gama demasiado extensa. Locura anómala que dibuja los picos en una línea de absurda cordura.
Intenta unir todo este follón de palabras, átalas, únelas para que no se pierdan, aunque ya estén perdidas.

martes, 12 de noviembre de 2013

Incontinencia de carcajadas, que revolotean entre mis neuronas, sin parar.
La edad se nota, abulta, resalta, se subraya. Quejas, reclamaciones vestidas con el disfraz de la rebeldía.
Y Rebeldía se aburre profundamente, porque nadie la saca, ni la luce, ni la disfruta.
Tiempo, que corre; sociedad, que come, te come, me come. Nos traga sin piedad cuando menos lo esperamos. Por eso espera, siempre alerta, siempre a punto de decirlo bien claro:

NO. Porque no lo merezco. NO. Porque no lo quiero.

Luchar. Hay que saber hacerlo, saber cuándo quejarse, cuándo hablar, por qué y de qué. En las masas están siempre los mismos, aunque sean masas de extremos distintos. Cabestros, animales poco diestros y antifaces bien puestos.

Alerta, siempre alerta, que en los rincones más bonitos, también hay mierda.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Recuerdos escuchimizados, cara a la pared, que no quieren ser recordados. Cobardía emocional que reta a los sentimientos. Algo bombea ahí dentro. Algo salta. Pero da igual, olvidémoslo. Callémoslo.
Sigamos empecinados en creer que no existe humanidad en las miradas, que nadie nos ha rozado al andar por las aceras atisbadas de seres perdidos. De personas olvidadas.
Giremos la cara a los espejos de cada lágrima, porque ahí es donde estamos nosotros llorando y nos disgusta. Odiamos profundamente sentir, padecer, alegrarnos sin motivos. Odiamos recordar de dónde venimos.

Echamos a patadas la empatía, la insultamos y humillamos. Pasamos por encima de los pobres y por debajo de los ricos, porque, en este maldito mundo, es más sencillo estar cómodo, sin lugar ni sentido, sin piedad ni rebeldía.

Olvidamos lo que no deberíamos olvidar y nos arrancamos de la memoria lo que nos recuerda que, en algún momento, quién sabe por qué, sentimos tanto que nos olvidamos del frío, del dolor, de la distancia. Abrazamos lo que nos daba la vida con tanto amor, que se nos pasó por alto lo efímero de la eternidad, el engaño de la estabilidad. No todos a la vez, cada uno a su momento, queriendo a quien aún no había despertado y decepcionándose antes que quién todavía no había amado. El espiral se había truncado. En algún momento, se trastocó el ciclo. La parte bonita, compartida, maravillosa, que nos enseñan en los cuentos con finales felices se pudrió.

No, el amor no tiene parte de culpa, la culpa es toda nuestra.

Olvidamos. O lo intentamos, porque en algún rincón de nuestro ser, en alguna nota de nuestros latidos, sabemos que somos seres que necesitamos, precisamente, todo lo que nuestra cabeza desea borrar.


martes, 5 de noviembre de 2013

-Oiga, ¿por cuánto vende sus virtudes? ¿Cuánto valen?
-Mis virtudes están escondidas, caballero. No quieren salir.
-¿Disculpe? ¿Cómo es eso posible? ¿Acaso no quieren ser valoradas?
-Ellas creen que no necesitan ninguna etiqueta que las valore, ¿comprende?
-Eso no es posible. ¿No quieren un título? ¿Algo que conste en un currículo?
- Se tienen en un altar, ¿sabe? Dicen, las muy orgullosas, que son mucho más que eso.
-Oh, ¡son estúpidas! 
-¿Dónde han ido a parar las suyas?
-No son mías. Ya pagaron por ellas.