Mira, sí. Voy a hacer lo que me dé la gana. Porque son mis ganas. Y si no hago lo que me da la gana, tendré que hacer lo que te da la gana a ti. Me estoy mirando y me estoy preguntando si sí. Si me apetece ceder. Si quiero seguir callando para no generar conflictos. Si quiero seguir adaptándome a un lugar/situación/persona que no va en coherencia conmigo. Si sí. Y no. No quiero. Puedo, eso sí. Pero no me da la gana. Mi naturaleza, más salvaje que otra cosa, me está guiñando un ojo, dándome las gracias. Qué bien sueno desde dentro: no quiero. No es un “no necesito”, es un no quiero, porque es una decisión libre, consciente. Pudiendo elegir otra cosa, decido hacer lo que me da la gana. Lo que me da las ganas. Las ganas de sentir, de explorar, de reír, de bailar, de compartir, de ser. Las ganas de vivir sintiéndome (serlo, siempre lo he sido) plenamente yo.
lunes, 21 de agosto de 2023
domingo, 20 de agosto de 2023
Gravedad
“La insoportable levedad del ser” luce intacto en la estantería. No lo he empezado y ya me da que pensar. Me veo en esa ligereza que pide arraigo. Esa necesidad de salir volando cada dos por tres, curiosear por lo intangible de las ideas, por las ensoñaciones y fantasías que me resguardan de la realidad. El peso se tiene como algo negativo, pero qué bien me viene un ancla. Un punto de arraigo que pinte una X: “es aquí. Estás aquí.” Y acordarme de que respiro, ahora. Y no ir más allá. Lo leo en todos lados: “aquí. Ahora. Presente. Carpe Diem.” Y sí, pero sin lucha. Es aquí, ahora, con lo que es. Es aquí, ahora, con que mi mente va y viene. Es aquí, ahora, creando expectativas y proyecciones. Porque es así. Ahora. En este momento. Y me perderé mil veces en ese vaivén. Pero, joder… acordarme de la dirección y del número de contacto. Recordar el camino de vuelta, dejando migas por el camino, luces de neón o un puto señor agitando una flecha, dependiendo de lo lejos que me haya ido. Un peso que me confirme que puedo elevarme hasta lo más alto y caer justo donde soy, sin dejar mucha sangre por el camino. Lo justo para marcar el sendero. Y descansar. Dejarme caer por la gravedad y descansar…
lunes, 14 de agosto de 2023
Lo sucio
Vuelvo al volcán. Ese que burbujea en mi interior, a punto
del estallido.
No contemplo la autoridad ajena, me mantengo en un pacifismo falso que me
protege de terminar mis días vestida de rayas. Y por dentro huelo el azufre y siento
la lava desparramarse por mis tripas. El fuego expandirse. Ahí está mi volcán
en contención. “Nada es para siempre”, me susurran mis demonios. Y me doy
miedo, porque me estoy sintiendo. Me estoy dando espacio y en ese espacio salgo
yo, descalza y sin peinar, respirando el aire puro de la vida. Rozando con los
dedos lo incorrecto, lo prohibido, lo indecente. El placer de los “no debería”
y el punto temerario de romper con las reglas. Portazos, cortes de mangas,
humor sucio y piel sudada.
domingo, 13 de agosto de 2023
"Mi sensibilidad es una llama al viento"
“Mi sensibilidad es una llama al viento”, escribía Fernando
Pessoa. Y me veo arder. Me siento arder. Las llamas arrasan con todo mi ser. En
agonía, unas veces. En absoluto placer, otras. Me pierdo en el sueño de estar
viviendo para no enfrentarme a la vida. Porque vivir es sentir. Y siento tanto
que temo incendiarme. E incendiar. Así que pienso, divago, deambulo entre nube
y nube. Me refugio en esa cosa que es mi mente y busco, incansable, respuestas
a incertezas. Sentidos a misterios. Palabras a sentimientos. Y me pierdo. Me
pierdo y apago el motor, voy a ralentí. No decido, me dejo llevar y lo llamo
libertad. Me miento libre. Porque suena mejor que reconocer que vivo acojonada.
Me pillo temblando en medio de la mentira y me encierro un rato para que la trola
no salga de mis cuatro paredes. A la evasión también la llamo libertad. Y a la
bomba de humo. Y al agobio por demasiada intimidad. Y Libertad empieza a
mirarme cabreada, hasta las tetas de insultos y mentiras. Bajo la cabeza, avergonzada.
Se me están acabando los escondites. Qué frágil me siento al descubierto. El disfraz
me daba cierto calor. El calor de lo conocido, del confort que se pega
demasiado a la piel y no deja respirar. Me rindo y me entrego. Me tumbo en las
olas de la vida y me dejo mecer. No sé si confiando, no sé si aceptando. Sólo
me dejo mecer. Y, así, desnuda, el fuego. Las llamas de lo que parece ser
indomable. La libertad impulsando mis sentidos. La del viento. Y me despeino en
medio de la tormenta, riendo sin quererlo, llorando sin quererlo, muerta de
miedo. Y de ganas.
El ave fénix está preparado para renacer de sus cenizas. Pero ahora le toca
arder.