Lloran mis ideales, chocándose contra esquinas que no son suyas. Echo de menos la ligereza, la capacidad para hacer de mi utopía, mi carretera. La cordura llega de repente, para llenarme los bolsillos de verdades cuando se me dibuja la sonrisa de la loba solitaria que creyó encontrar su lugar en la luna y pudo por fin dejar de aullar.
No para de sonar un timbre dentro de mi cabeza y mi pecho sólo me manda a bailar.
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