jueves, 28 de enero de 2016

La muerte puede acorralarme mientras estoy viva. Lo de respirar se queda en segundo plano, como casi siempre, aunque tiene que ver. La muerte es como darse cuenta de que estás respirando. Ya no puedes seguir existiendo sin olvidarlo. Y lo fuerzas. Y lo desordenas. Vives lo que no vivirías, pruebas lo que no probarías y te caes en quinientos agujeros que no se hubieran cruzado nunca en tu maldito camino de baldosas amarillas.
Ese parte del problema; la reactividad. Actuar cuando alguien nos está mirando. Dice la soledad que no se me da bien. Forzar, digo. No me sale. Hay gente que consigue convencerse, pero yo soy consciente de todo el montaje. Duro cinco minutos en escena. Ya me han dicho que no puedo seguir así, tan a gusto. Tan aislada de la parafernalia que debería vivir.
Pero... ¿y si tengo que vivirme a mí?

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