sábado, 14 de marzo de 2015

Esta no es mi casa. Y da igual dónde esté. Dónde me vaya. No pertenezco. No estoy. Soy. Y ese ser necesita un hogar. Ansía un hogar. No sé dónde ir a mirar. Ya he mirado debajo de la alfombra y hay muchas cosas, muchos ratones asustados, pero yo no. Mi casa no. Mi sitio no.
Es gracioso lo del sitio. El sitio. Es como si estuviéramos asignados a algo. Como si buscáramos una etiqueta con nuestro nombre encima de cualquier cama. De cualquier mesa de salón llena de migas. De cualquier cocina manchada de aceite.
Alguien se ha comido mis migas. Mi cocina no se ha usado. No es mía. No hay nada que sea mío. Y no lo quiero. Sólo quiero sentir. Sentir. Que sea aquí. O ahí. O allí. Que sea.
Han pasado muchos años y no ha pasado ninguno. Ando buscando lo que quiere encontrarme. No sé si he puesto yo esas barreras o si ya venían conmigo. No sé, oye, no sé. Todo parece muy lejano y la única que se aleja soy yo. Porque no quiero gente. No tengo ganas de gente. No está con la gente. Ni estoy. No soy buena compañía cuando siempre quiero huir. Siempre quiero huir. Nunca soy buena compañía. Para mí. Quizá para ti sí. Quizá para ti...
Me he acostumbrado a que no sepan cómo me llamo. A que pronuncien mi nombre con claridad sin saber lo que hay detrás. Detrás de las vocales, de las consonantes. De las mayúsculas, de todas las minúsculas. De lo grande y de lo pequeño. Lo que crece y se mantiene. De lo que se va.
¿Por qué se va? ¿Por qué te vas? ¿Por qué me dejas? Cuando nadie deja a nadie. Nada deja de ser. Sólo cambia de lugar, de aspecto, de esencia, de importancia. Cambia. Deja que cambie. Déjame marchar. Estoy buscando. Estoy buscando. Estoy buscando. Estoy buscándome.



No hay comentarios:

Publicar un comentario