Fantasmas movidos por hilos transparentes, que gritan y huyen con la sábana en la cabeza, para no verse el rostro en los espejos de los ascensores. Suben o bajan, da lo mismo.
La raya de la realidad se está difuminando.
Aborrecen las verdades tanto como su imagen. Van con mucho cuidado de no mancharse. Y planchan, se planchan el atuendo para no quedarse fuera de lugar. Qué malo sería tener que mirarse a los ojos y llorar.
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