En realidad, el mundo no gira; baila, se mueve al compás de una melodía que solemos malinterpretar. Se nos da bien. Nos gusta tergiversar las verdades, cambiarles la letra y el ritmo. Y marea. Esto marea. No sé a qué viene tanto giro, tantas vueltas indomables de algo que no puede ser el destino. No me gusta cómo piensa, lo que quiere, lo que hace. No puede ser. No es. No existe.
Los colores no son reales, el cartel de salida no es tan oscuro, no atemoriza a los valientes, ni tiembla cuando nadie lo lee. No somos tan cobardes, mira; respira, bombea. No me gusta esta canción, pero sigue, una y otra vez, a un compás que no puedo seguir. Corre cuando paro y para cuando corro. Y mis pies se alejan de mi cabeza y no se acuerdan de decidir. Para. Para. Para.
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