Los desengaños de los engaños son los peores, porque la realidad no es tuya, ya estaba ahí antes y no está dispuesta a seguir un patrón impuesto. Las cosas son así, dicen. Y no dicen nada, porque nada de lo que digan será algo. Ni tú. Tú tampoco pintas nada.
Lo dulce es casi siempre lo más amargo y no paladeas, cierras los ojos y tragas.
Quieta.
Siempre en el mismo punto.
Sin moverte.
Sin balancear las mentiras demasiado,
para que no se destapen.
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