viernes, 21 de agosto de 2015

Las direcciones que no cogí me señalan con el dedo. Roto. Torcido. Y los 12 cuervos que me persiguen por las noches han decidido dejar de dormir de día.
Dejé de lado una corona de flores y las faldas al viento. Decidí pegarme los pies con cemento. Siempre me quedo sin sitio en los cines y me canso de ver películas con guiones aprendidos. Estructurados. Y sueño con esas flores que nunca se ponen feas y con esa falda que nunca se está quieta. Y me miro los muslos y niego con la cabeza empezando a comprender lo que me resultará siempre incomprensible. Y decido no soñar, pero se me olvida enseguida.
Hay una niña al principio del camino que ríe todo lo que ya no río. Y siente todo lo que ya no siento. Y es todo lo que ya no soy. Abre los ojos cuando yo los cierro y enseña las piernas cuando yo me las arranco. Y la escondo entre mis faldas para que los cuervos no le arranquen los ojos. Y vea todo lo que yo no veo. Y me recuerde todo lo que ya he olvidado.


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