Se ha tomado la costumbre de ir con los cristales tintados, golpeando a todo el que se cruza por delante y disculpándose, sabiendo muy bien cuál es la causa y el motivo. Se le está quitando el buen sabor a todo, a todos, por aquello de quedar bien, de "me sabe mal" atropellados por las excusas de estar haciendo lo que se quería hacer, independientemente de a quién le tocara el pisotón.
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