Nunca pasó.
Nunca fue.
Nunca se vivió.
Nunca se sintió.
Nunca.
Dice que está cansada de ser siempre la mala de la película, atragantada de tanto drama, de tanta súplica inútil de sentimientos que nunca existieron. La reina de la mentira no quiere seguir siendo lo que se quedó sin final, sin conclusión, sin ser. Vive entre el quizá, entre el tal vez, entre esperanzas que se terminan truncando. El nunca de los para siempre, de los cuentos, del equilibrio y de la seguridad del mundo. El nunca que se perdió, un buen día de otoño, cuando llegó la realidad.
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