El otro día me di cuenta. Lo que más duele de despedirse de alguien, es perder la parte que has sido con esa persona. Eso nunca volverá, jamás. Más que echar de menos, nos echamos de menos. Lo que nos provocaba una sonrisa que no era nuestra, una mirada, una conversación. Lo que nos aportó, lo que nos completó, por un momento, por el tiempo que sea. Lo que nos hizo ser. Eso es lo que más miedo nos da del mundo. Nuestras despedidas, íntimas, profundas y propias. Nunca nos despediremos de lo mismo, porque cada persona nos ha hecho ser diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario