martes, 21 de octubre de 2014

Que el amor...
Que la caricatura inexistente de un tiempo inventado, que se siente y poco más. Que truena y poco más. Es el eco de la experiencia, el sonido de los pasos dados que adelantan un pie y luego otro.
La floritura de las tapas de los libros nunca dice lo que cuenta, cuanto más bonitas... no sé, mira, el cuero adorna demasiadas palabras, demasiados diálogos no dichos.

Lo no dicho. Cuánto dirá lo no dicho... la gesticulación de los silencios, los aspavientos de las pausas. Cuánta expresión en lo callado... y oye, el amor...

El amor siempre está ahí, en un rincón de lo que sabes y de lo que no. No se cansa. No se aburre. Quieto. Sabiendo lo que es y lo que se ha hecho con él, con muy mala leche. A muy malas.

Entiende mucho y sabe poco, al contrario que nosotros, que no paramos de abrir el pico y redondear los decimales del viento, de lo que fluye. De lo que debió ser y no fue.

Hay cosas que no se saben, que no se entienden, que no se respetan y que no se toleran. Hay cosas, llámalas sentimientos, que saben todo lo que no sabemos y que se mueren cuando intentamos explicarlas.



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