Se sentía perdido entre los días de su vida. A veces, aparecían personas que no conocía, se le metían entre las sábanas y ocasionado el susto, se marchaban. El desorden mental se había mudado a su vida. Ya había perdido el nombre y el sentido. El temor se apoderaba de su cuerpo y le temblaban las manos. Una parte de él no quería perder su lugar, su identidad, lo que había conseguido ser durante tantos años. Sentirse alguien, con un nombre en la pared y una profesión, bien elegida, bien elaborada. Bien pensada.
Todos llegamos al mismo foso, a la misma oscuridad que nos devuelve la humildad de recordar que todo lo que hemos logrado en nuestra vida, formaba parte de la función. Que todo empieza y todo acaba.
Por eso siempre te miro a los ojos y te busco, porque las paredes están llenas de papeles caducados, que no cuentan nada de nadie.
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